Historia de un matrimonio

ilustración manos

Historia de un matrimonio

En un año que los aficionados al cine podemos calificar de bastante bueno, con películas de tanta calidad argumental como la (quizás excesivamente) laureada Parásitos, o del eterno retorno de la épica humanística aliada en tiempos bélicos como 1917, ha sido, sin embargo, un filme bastante contenido e íntimo como Historia de un matrimonio (Marriage Story) el que más ha logrado conmover a quien les escribe esto.

Historia de un matrimonio debería titularse, en realidad, historia de un divorcio. Y aunque la tierna imagen del cartel diga otra cosa, esta es una historia dura, desgarradora, que te remueve las entrañas desde el principio y que te va hundiendo en el mismo barro en el que retozan sus dos protagonistas, el sorprendente Adam Driver,  que se crece en sus actuaciones película a película, y la siempre conmovedora Scarlett Johansson, que tristemente parece haber recogido la antorcha de eterna nominada al oscar que dejó vacante en 2016 Dicaprio. 

Ambos actores, casi en solitario, pero con el acompañamiento oscarizado de la renacida Laura Dern, bordan un drama basado en una premisa que es de por sí diabólica: dos personas con personalidades complejas, que se quieren pero ya no se aman y que tienen un hijo pequeño en común por el que luchar, buscan el difícil, sino imposible equilibrio entre ganar un divorcio y no herir (aún más) a quien lo ha sido todo en sus vidas. Un drama complejo que sin la química que muestran los dos protagonistas no sería tal. 

Película historia de un matrimonio

La mejor escena, la discusión del salón. Nunca en tan pocas palabras se ha dicho tanto, se ha herido tanto y se ha mostrado tanto arrepentimiento. Porque en realidad, de lo que va esta película es de la imperfección de los seres humanos, de su fragilidad siempre en cuestión. De que somos buenos pero también somos malos, crueles y tiernos a la vez, fuertes y débiles, un complejo universo de matices en cada uno de nosotros. Que siempre ha sido una gran mentira ese viejo binomio arrogante de distinguir entre buenos y malos como si fuéramos dioses, inservible al cabo, puesto que todos arrastramos luces y proyectamos sombras, porque eso es, precisamente, lo que nos hace humanos, y lo que hace a esta película, para mi, la mejor del año.

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