11 Oct Mientras dure la guerra
Alejandro Amenábar es un cineasta inteligente, además de talentoso. Por eso juega a presentarnos un biopic sobre Miguel de Unamuno, centrado en sus últimos años de vida en Salamanca, durante la guerra civil española, cuando en realidad se trata de una película sobre nuestro presente. A veces es conveniente echar la vista atrás, en este caso 80 años atrás, para entender por qué los males sociales y políticos propios de España tienen tan difícil solución.
Mientras dure la guerra se inicia con el primer plano de una bandera en blanco y negro, cuyas franjas horizontales van cobrando color hasta definirse como la tricolor republicana. Así se cerrará también la película, con una bandera en primer plano, izada en sustitución de la anterior, pero que se corresponde con los colores de la actual bandera española, entonces franquista. Entre ambas secuencias, el ocaso de Unamuno, que ve cómo todo se derrumba a su alrededor, y el ascenso de Franco y de su secuaz Millán Astray, que se manejan con suma astucia para instalarse en el poder.
La contraposición narrativa entre el intelectual y los dos golpistas, acompañada de un gran trabajo interpretativo, es demoledora, y se resume en el duelo final durante la famosa escena de la celebración del 12 de octubre, Día de la Raza, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca: “muera la inteligencia”, espeta el criminal Millán Astray; “venceréis pero no convenceréis”, replica el Rector desde su dignidad herida.
Antes de este clímax se nos ofrece una escena clave, la del momento en el que Franco decide sustituir la bandera republicana de su cuartel general en Cáceres por la monárquica, y Millán Astray ordena a los militares allí presentes que entonen la Marcha Real. Todo improvisado, ya que hasta entonces los sublevados no se han ocupado de himnos ni de retirar banderas. Los soldados ponen empeño al cantar, pero cada cual tiene su propia versión de la letra. Ya saben, igual que nos pasa ahora, en plena democracia, con idéntico himno y con Marta Sánchez.
En cierto modo, y considero que esta es la tesis principal del director de la aclamada Tesis, Amenábar nos traslada que hay aspectos fundamentales de la convivencia entre españoles que no tendrán solución “mientras dure la guerra” y que, por desgracia, la guerra continúa a nivel simbólico en nuestra sociedad. La misma bandera, el mismo himno, la misma monarquía heredada del dictador, el mismo día para la Fiesta Nacional, el cadáver del mismísimo Generalísimo Franco causando todavía disenso y frustración… por no hablar de los miles de muertos que siguen en las cunetas.
No es de extrañar que una parte de la sociedad española no se sienta española, que haya a quienes repugne el himno nacional o las celebraciones del 12 de octubre, que ni la bandera ni la realeza puedan ser símbolos de auténtica unidad y confraternidad, que muchas de las élites políticas y económicas actuales provengan del franquismo, que la llamada Transición fuera en falso. Venceréis pero no convenceréis, decía don Miguel.
Por Agustín L. de la Cruz
(Madrid, 1976) Escritor y librero
Licenciado en Documentación, escritor tímido y librero astuto. Su última obra publicada son los cuentos reunidos en Aniversario (2017). Su primera librería sigue abierta y se llama Tusitala, que en homenaje a Stevenson significa «el que cuenta historias».
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