08 Oct Matrix: mesianismo tecnológico en pieles de licra y cuero
Imagina que un día descubres que toda tu vida hasta ese momento ha sido una mentira construida a base de unos y ceros. Imagina que esa mentira es una realidad falsa creada artificialmente por medio de un sistema de programación llamado Matrix. E imagina, por último, que en el mundo real en el que te ha tocado despertar, la especie humana ha sido sometida por un adversario mejor y más poderoso: las máquinas.
Es lo que cuenta Matrix, un film que se estrenó en las salas de cine cuando el siglo XX llegaba a su fin y que terminó marcando un hito en la ciencia ficción. Veinte años después se suma a esa moda del revival, que tan lucrativa está resultando a la industria cinematográfica, para deleite fetichista de sus nostálgicos. El motivo, a mi entender, rescatar al menos en lo económico la carrera de sus creadoras, las hermanas Wachowski, sumida en la mediocridad desde el impetuoso hype obtenido con este trabajo.
Neo, un mesías tecnológico de armas tomar
Sin embargo, sus inicios resultaron prometedores y Matrix surge gracias a un digno primer trabajo en la dirección, “Lazos ardientes” (1996), y a un elaborado storyboard de más de 600 páginas, lo suficientemente bueno como para que los productores se tomaran en serio un proyecto arriesgado cuya premisa contaba la conversión de un anodino informático durante el día y hacker antisistema al anochecer llamado Thomas Anderson en Neo, el poderoso líder de un grupo de insurgentes, mezcla de Mesías tecnológico y súper héroe del siglo XXI.
El resultado, una mixtura audiovisual que combina géneros tan variados como el de la ciencia ficción, al que se adscribe principalmente, pero también al policíaco o al de acción, y que cuenta con puntuales y sugerentes instantes de un goticismo urbano que lo aproximan al terror.
El elenco principal de esta épica aventura lo componían un joven keanu Reeves, cuyo mayor mérito hasta entonces había sido forrar las carpetas de las adolescentes de medio mundo, interpretando a Neo, un visualmente imponente Laurence Fishburne en el rol de su mentor, el misterioso Morfeo, y Carrie-Anne Moss en la piel de la seductora y letal Trinity.
Otros personajes importantes son el agente Smith, némesis de nuestro héroe, Cifra, un traidor a la causa, o el Oráculo, enigmático personaje que posee el extraordinario poder de la premonición.
El blockbuster convertido en trilogía
El morbo estaba servido con su estética de clara reminiscencia cyberpunk y el éxito fue inmediato y rotundo gracias a que el film estructuraba la narración del protagonista en la consabida fórmula del monomito, más conocida como viaje del héroe, que ya había probado sobradamente su eficacia en el ámbito de la literatura y en el cine en sagas tan taquilleras e influyentes como Star Wars.
También en lo superficial llamó la atención gracias a su inusual mezcla de innovadores y sorprendentes efectos especiales, como cuando los personajes quedaban suspendidos en el tiempo y en el espacio mientras una cámara los circundaba con un giro completo de 360º en un único y fluido movimiento. Para contentar a un público ansioso que pedía más, las Wachowski decidieron continuar la saga con dos secuelas, Matrix Reloaded y Matrix Revolutions, que nunca alcanzarían los logros de la primera entrega.
Pero su cualidad más llamativa fue su pretenciosidad intelectual. Los referentes eran de lo más variado: Alicia en el país de las maravillas, El mago de Oz, así como elementos procedentes de las tradiciones religiosas orientales. Y lo que más destaca, sin duda, su continua alusión a la mitología cristiana. Neo es un sujeto crístico que cuenta con el apadrinamiento de Morfeo, su San Juan Bautista y el amor de Trinity, suerte de María Magdalena enfundada en licra. Incluso sufre la delación de un Judas personificado en la figura del indolente Cifra. Y todos ellos tienen un hogar, Sion, mítico emplazamiento de origen bíblico. No es casual que uno de los clientes para los que trabaja nuestro protagonista en su faceta de hacker le dirija un revelador “eres mi Jesucristo particular” al inicio del metraje.
El universo expandido de Matrix
Matrix resultó ser uno de esos vórtices creativos que devolvió al género del que nació tanto como asimiló. Si las Wachowski afirmaron recibir inspiración de producciones como Akira y Ghost in the Shell, emblemáticas en el campo de la animación japonesa, así como del cine más laureado proveniente de cineastas tan dispares como Georges Lucas, Ridley Scott, John Huston y Stanley Kubrick por mencionar unos pocos, e incluso de literatos de la envergadura de Herman Hesse, Lewis Carroll, Dostoyevsky o el mismísimo Homero, la influencia de su producto no fue menor.
Más allá de las películas de las que se compone la trilogía, técnicamente legaron a la industria su famoso Bullet time (tiempo bala), simulación como decíamos, en la que el personaje aparecía suspendido y casi inmovilizado en el aire mientras la cámara se desplazaba a su alrededor. El llamativo efecto tuvo sus antecedentes en el time-slice ideado por Tom Macmillan en los 80 o los morphings digitales de Michael Gondry como ejemplos destacados, pero ninguno alcanzó el impacto visual de éste, que tuvo su aplicación en multitud de producciones audiovisuales posteriores como Superman Returns, Los ángeles de Charlie, Shrek, Watchmen o la más reciente Deadpool. También lo aplicaron videojuegos como Max Payne, F.E.A.R. o Fallout entre otros muchos.
Visualmente también llegaron lejos, como testimonian otros universos cinematográficos que toman de Matrix diferentes elementos que combinados con mayor o menor originalidad dieron lugar a films de trayectorias desiguales como Equilibrium, El único o la saga Underworld. De nuevo, el mundo del videojuego quiso participar del mismo filón con algunos títulos reseñables.
Mención especial merece Animatrix, una colección de cortometrajes ambientados en el universo Matrix que ahondan en su pasado y perfilan su futuro abriendo varias e interesantes líneas argumentales en las que explorar. En ella participaron algunos de los mejores estudios de animación del momento. Como resultado, nueve piezas excepcionales que destacan por su belleza y virtuosismo en la realización de la animación en dos dimensiones.
Matrix fue un fenómeno mediático que zarandeó con su impacto tanto el ámbito cinematográfico como la cultura pop, aportando sustanciosos dividendos y todo un conglomerado de productos de merchandising derivados de su singular imaginería.
Entre la realidad y la ilusión
En un momento crucial de la película Morfeo le muestra dos pastillas a Neo, una azul y otra roja, instándolo a elegir entre permanecer ignorante o conocer la verdad que se oculta a su existencia. Por supuesto, Neo escoge la pastilla que despejará toda incertidumbre para ofrecerle la visión de un mundo sumido en el caos y la destrucción.
Este es uno de los presupuestos filosóficos del film, decantarse por un conocimiento que nos otorga la libertad a costa de nuestro sufrimiento o permanecer sumidos en la felicidad que supone toda ignorancia. Pero no es el principal.
La década anterior había aparecido “Simulacro y simulación”, un tratado del filósofo francés Jean Baudrillard que, explicado muy sucintamente, indagaba sobre las relaciones entre la realidad y la ficción simbólica, que en el film está representado por el sistema operativo Matrix. Aquí es donde reside todo su jugo intelectualoide. Sin embargo, la traslación resultó simple y pobre, por no decir mal entendida, si tomamos en cuenta las declaraciones que realizó a tenor el propio filosofo. Aunque al final, tanto devaneo mental no sirve para demasiado si como revela el Oráculo a Neo, todo se fundamenta en un acto de fe.
A pesar de ello, Matrix sigue siendo un buen reflejo de ese sentimiento fatalista propio del milenarismo que aquejó a la sociedad del momento, y que se traducía en el miedo latente a un mundo que asistía a la imparable implantación de las nuevas tecnologías en todos los ámbitos de nuestras vidas. Hoy, éstas ya han sido plenamente asimiladas, por lo que dicho temor ya no resulta tan persuasivo. Tampoco sus efectos especiales o sus hipnóticas coreografías. No obstante, nos queda un film sumamente entretenido, imaginativo y trepidante, que no nos hará mucho más sabios pero que al menos nos mantiene alerta ante una realidad que cada vez se nos presenta más ilusoria.
Por Fidel Martínez
(Sevilla, 1979) Ilustrador y autor de historietas
Licenciado en Bellas Artes, autor de los libros Sarajevo Pain (Norma editorial, 2020), Fuga de la muerte (De Ponent, 2016) y coautor ,junto a Jorge García, de Cuerda de presas (Astiberri, 2005)
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