Peaje electoral

Peaje electoral

 Por Javier Figueiredo

El viernes pasado pude leer un tuit de un político que lamentaba el resultado del referéndum británico. Afirmaba que estas cosas pasan con las consultas, que trasladan a la ciudadanía los problemas que deben ser resueltos por los políticos. Una argumentación un tanto peligrosa puesto que parece dudar de la capacidad de la población para decidir sobre un asunto concreto y delimitado, cuando mucho más complejo es discernir sobre los programas y actitudes de los políticos en unos comicios con múltiples opciones. También me llamaba la atención que ese desprecio a la capacidad del electorado se hiciera dos días antes de someterse, él mismo, al examen de sus electores. Creer en la democracia consiste en aceptar que es el colectivo quien tomas las decisiones y que sus razones tendrá. Entrar a valorar si la población tiene los datos y la formación para dirimir determinados asuntos es meterse en un terreno muy peliagudo y yo prefiero, a sabiendas de que no siempre será así, creer en la “presunción de conocimiento” por parte de la persona que se acerca a una urna.

En las últimas horas he escuchado muchos intentos de explicar por qué la gente se quedó en casa el domingo, por qué cambiaron otros el sentido de su voto y si fue el miedo infundido o la incertidumbre lo que acabó por modificar las encuestas. Los que no somos expertos en el análisis preferimos hacernos preguntas más sencillas. Una de las que no dejo de hacerme es a cuánto está el peaje electoral. ¿En qué momento considera un elector que quienes defienden sus ideas han tenido un comportamiento reprobable y debe retirarles su confianza? ¿Se castiga de igual manera en un lado del espectro político o en el otro? ¿Nos comportamos todos como esos futboleros, tan fieles a los colores, que son incapaces de reconocer las marrullerías de los suyos?

Y me hacía estas preguntas tras observar una cifra: 79263. Estas son las personas que en el pasado mes de diciembre no votaron al PP y sí lo han hecho el pasado domingo en la Comunidad Valenciana. Desde enero hemos escuchado de viva voz cómo manejaban con dinero negro en el PP valenciano y eso no solo no ha supuesto una merma de votantes sino todo lo contrario, hay 79263 a los que no les importó en absoluto. Alonso de la Torre contaba la semana pasada en la contraportada del diario Hoy que alguien le paró por la calle quejándose de que no habían enchufado a su hijo en una oposición, a pesar de habérselo prometido, y le pedía que lo contara. Recordando este episodio, que puede parecer hasta gracioso, me he dado cuenta de que en España se tardará mucho en pagar un peaje electoral por la corrupción, porque parte importante de nuestra sociedad es cómplice, en mayor o menor medida, de otras formas de corrupción que se practican y que todavía no tienen un reproche social unánime. Quizá la educación en valores pueda cambiar esto algún día.

 

 

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