La legalidad, inhabilitada

La legalidad, inhabilitada

Por Daniel Sánchez

Poco ha necesitado el 9-N para suscitar nuevas opiniones. Y como para opiniones, culos, decido desnudarme y enseñar el mío. Ni salomónica, ni benevolente; la condena, lo que es, es injusta. Tras unas urnas de cartón, el Tribunal Superior de Catalunya ha encontrado dos años de inhabilitación para el expresident, que para algunos ha sabido a poco y en cambio es prueba de baja democracia para otros. Sea como fuere, prohiben a Artur Mas presidir cualquier tipo de cargo público hasta 2019, lo que haría imposible que se presentase candidato a President de la Generalitat hasta las próximas elecciones autonómicas. Otro tema ya sería el analisis del propio Mas, declarando que la legalidad española -y entre otras cosas su inhabilitación- solo será soberana en el territorio catalán hasta que Catalunya sea un Estado independiente. Dejándonos de hipótesis y volviendo a lo terrenal, queda claro lo parcial de la resolución.

De todas formas, no seré yo quien defienda si lo que el TSJC ha decidido es democrático o no. No estoy hablando de legalidad, estoy hablando de legitimidad. Estoy planteando la posibilidad de que la falta de separación de poderes en España carezca de valor legítimo. Solo abro la puerta a separar lo que se puede y lo que se tiene, y analicemos, sin las leyes en la mano, lo justo de que el Tribunal Constitucional y el Gobierno Central sean uña y carne. De eso hablo.

¿Acaso no es legítimo votar? ¿Acaso las votaciones no son la base de una democracia? ¿Tiene un referéndum tal carácter autoritario como para aterrar en Madrid? Y no me vengan con que no es legal, porque ya lo sé. Todos somos capaces de recitar leyes, de aprendérnoslas. Todos sabemos de su existencia, de su peso en el mundo; es más, ¿quién no sabe la función del artículo 155 de la Constitución Española? ¿Y lo que dice el segundo? Todos conocemos alguna ley, más de las que somos capaces de admitir, y aun así, nadie se plantea la legitimidad de las mismas. Nadie tan siquiera pone en duda lo establecido.

Y es una pena que lo que una vez se hizo en servicio de la sociedad, símbolo de libertad, se haya convertido en yugo. Y es que es una pena que lo legítimo, que lo correcto, ya no concuerde con lo legal, con lo que hay que hacer. Es entonces, y no después, cuando tenemos que empezar a abrir los ojos y observar el mundo que nos rodea. Aprender a separar lo impuesto y lo correcto, y ser capaces de valorar una situación fuera del contexto marcado por unos regidores y su base más preciada.

Por ello, pienso que la democracia ha quedado inhabilitada en Catalunya. No pienso en legalidades, en falta de competencias ni en avisos del TC. Pienso en la Diada, en cada septiembre en Barcelona, en el casi millón de personas que ondean la Estelada al viento. Y sonrío. Sonrío porque, por una vez y después de mucho tiempo, la legitimidad planta cara a la legalidad y amenaza con salir victoriosa.

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