Els Segadors frente a L’Estaca

Els Segadors frente a L’Estaca

Por Agustín L de la Cruz

No son dos canciones incompatibles, al contrario, suelen ser complementarias. El pasado domingo, en las concentraciones frente a los ayuntamientos de Barcelona y Tarragona tras el intento de referéndum, la gente las cantaba, pasando con facilidad de una a otra. Sin embargo, las connotaciones sentimentales y políticas de ambas canciones son diferentes, y bien pueden servir de punto de partida para el análisis sobre lo que nos estamos jugando Cataluña y España en estos días aciagos.

Els Segadors es desde 1993 el himno nacional de Cataluña, según su estatuto de autonomía, y su origen se remonta a la sublevación del pueblo catalán contra el rey Felipe IV en 1640, con importante protagonismo del campesinado (los segadores). Actualmente se identifica, por extensión, con el movimiento por la independencia de Cataluña y se ha convertido en su principal cántico de protesta.

L’estaca, compuesta por Lluís Llach en 1968, fue una de las canciones más populares de la lucha antifranquista en toda España, y tras la abolición de la dictadura no ha dejado de utilizarse como símbolo de libertad, incluso fuera de nuestras fronteras: es el himno del sindicato polaco Solidaridad, la canción emblemática de la revolución de Túnez de 2011, y hasta el himno oficial de un club de rugby francés.

Els Segadors apela a un sentimiento y a unas reivindicaciones políticas vinculadas exclusivamente a un territorio, cuyas ambiciones de cambio, según parece, se resolverán mágicamente gracias a la independencia. “Cataluña, triunfante, ¡volverá a ser rica y plena!”, rezan los dos primeros versos del himno oficial catalán.

L’estaca es universal, apela a esa ansia de libertad que todos los pueblos del mundo han sentido en algún momento de su historia, lo mismo sirve para tratar de tumbar a Franco que para cerrar, cuarenta años después, los mítines de Podemos. “¿No ves la estaca a la que estamos todos atados? Si no conseguimos liberarnos de ella nunca podremos caminar”.

No es difícil trazar una línea de continuidad entre el franquismo y el Partido Popular, una línea que desemboca en la desproporcionada e ilegal actuación policial del domingo (ilegal porque la orden judicial pedía a las fuerzas policiales cerrar los colegios pero “sin afectar la normal convivencia ciudadana”). Un partido fundado por seis ministros de Franco, con dirigentes que hoy en día siguen participando en actos que exaltan la dictadura; un Gobierno que lleva años sin dotar de un solo euro a la Ley de Memoria Histórica, al tiempo que concede la mayor de las subvenciones a la Fundación Nacional Francisco Franco.

Si derribar la estaca es en este caso conseguir que el PP pase a la oposición, donde (procesos judiciales aparte) purgaría sus penas de corrupción y permitiría con su ausencia del Gobierno una solución política al conflicto catalán, mucho me temo que toca emplazar a los catalanes (independentistas o no, pero especialmente a los primeros) a cantar L’estaca, y no tanto Els Segadors. A partir de la primera canción se pueden sumar fuerzas en toda España para desatar el nudo que nos impide seguir adelante (ya se verá luego si juntos o por separado), mientras que la segunda canción sólo conduce a la melancolía y a la frustración… y además en solitario.

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