12 Nov La debacle de Ciudadanos
Dimite Albert Rivera y yo ya tenía pensado escribir alguna cosina para politocracia.es que «enriqueciera» la valoración de los resultados electorales del domingo más allá de la coyuntural, que es la principal. Quería referirme a Ciudadanos y su debacle (más parlamentaria que de otro orden, puesto que mantiene 1.637.540 votos, un 6,8% del total, que no es poco) porque me parece que lo que le ha ocurrido es una magnífica ocasión para exponer algunas ideas de la teoría político-constitucional general que muchos años he enseñado en la Universidad. Me refiero a que no se trata de mi opinión política, sino de de mi opinión académica. No me entretengo, y paso a alguna precisión inicial sobre algunos extremos que resulta necesaria para comprender mi aportación.
Los sistemas de partidos en las «democracias liberales»
Lo que llamamos democracia, en occidente, no es más que la aplicación práctica (concreta, histórica, y desde luego no la única posible) de la ideología liberal (en resumen, consistente en la limitación del poder). De ahí que la expresión «democracia liberal» sea enfática o redundante, puesto que yo creo que la democracia no admite adjetivos salvo riesgo de devaluación del concepto. Un buen ejemplo es lo que los medios vienen denominando «democracia iliberal», que expone lo que está ocurriendo en algunos países donde se relativizan contenidos sine qua non de la democracia, con riesgo de que el resultado sea un régimen llanamente no democrático (ejemplos anteriores en la historia serían la «democracia orgánica» de los teóricos franquistas o la «democracia popular» del régimen norcoreano o de los países de la órbita de la URSS durante la vigencia del telón de acero).
Pues bien, al menos en Europa, eso quiere decir Estado de partidos. Los estados europeos democráticos lo son en el sentido de que incluyen vigorosos, dinámicos, completos y extremadamente competitivos sistemas de partidos. Resulta al efecto muy sintomático que los principales ataques a la democracia suelen venir de la ilegalización de los partidos políticos, de su previo desprestigio (la ultraderecha ha acuñado, con su brillantez demagógia característica, la expresión «partitocracia» como resumen de todos los males a suprimir), o directamente de la imposición de un partido único.
Pero, lectores avisados, los partidos políticos no son representantes de los ciudadanos. Tal no es su función. Su papel, como dice la Constitución, es expresar el pluralismo político, concurrir a la formación y manifestación de la voluntad popular y ser instrumento fundamental para la participación política. Es decir que los partidos políticos no son consecuencia de la voluntad popular, sino factor (motor, ingrediente, canal) de la misma. Por eso los partidos son muchos y por eso producen MUCHO pluralismo político.
Pues bien, a pesar de la evolución material de los regímenes de partidos desde que éstos existen (al principio ilegalmente, luego como mal necesario, luego como bien a promover) hasta la actual sociedad de opinión pública, donde los partidos también son empresas de marketing y productos del mismo, los partidos siguen suponiendo correas de transmisión de grandes corrientes ideológicas existentes en el seno social que, por democrático, es plural.
Auge y caída de Ciudadanos
En tal punto me gustaría ya pasar al caso español, donde parto de la base de que, como democracia europea estándar, la mayor parte de los partidos políticos son modalidades aplicadas concretamente de la ideología liberal, situándose en los extremos del mismo algunos que no son tal modalidad por antiliberales, como por ejemplo en España VOX, Bildu, CUP y tal vez algunas corrientes internas de Podemos. Eso quiere decir no sólo que la democracia liberal permite una amplísima pluralidad ideológica tanto social como en los partidos, sino que además es una pluralidad triunfante, que domina, en términos generales, la vida política europea desde la IIGM.
En tal tesitura, Ciudadanos es un partido que, en mi opinión, nace de la desorientación del PSC en Cataluña, que le llevó a pedir el omnipresente referéndum de autodeterminación, y que por ello se definió, inicialmente, como socialdemócrata (modalidad liberal que junto con la liberal a secas y la democristiana domina el panorama político democrático europeo desde 1945). Ahí comienza la historia de éxito de Ciudadanos, porque venía a llenar una demanda política existente primero en Cataluña y luego en el resto de España y que no hallaba factor de manifestación en lo existente hasta el momento. ¿Cuándo acaba esa historia de éxito? En mi opinión, y claro que como resumen icónico, con la foto de la plaza de Colón al lado de la ultraderecha. Puede parecer simplón que yo diga, aquí y hoy, que lo que le ha pasado a Ciudadanos es que ha dejado de ser necesario desde un punto de vista ideológico, y dentro de no ser necesario ha pasado a no ser ni siquiera conveniente. Porque los españoles no han hallado, en términos suficientes y con mínimos que tampoco son irrisorios, en la acción política de Ciudadanos, méritos suficientes para seguir confiando en que Ciudadanos «promueva y canalice» su voluntad política. Ya que encuentra que sus competidores lo hacen mucho mejor.
No es simplón, como vengo diciendo, porque creo que añade algo a la comprensión de lo que ocurre en este momento, y es que el declive de Ciudadanos es sobre todo ideológico, lo que supone una recuperación de la importancia de lo ideológico que resulta demodé pero esclarecedor subrayar. Lógicamente tiene muchas más lecturas para las que no me siento capacitado. Con eso quiero acabar: analizar, con el objeto de añadir conocimiento a la mera opinión o a veces a la mera preferencia de una audiencia gigantesca como lo es ya la de politocracia, requiere una talla intelectual, una concentración, un dominio de la actualidad y por supuesto un abanico de facultades comunicativas que sólo cabe obtener mediante la ilusionada, intensa, preparada y sobre todo plural participación de tod@s (que son much@s) quienes contribuyen a que está página sea referente en la comprensión del fenómeno político español.
Por Juan Antonio Doncel
No Comments