No hay democracia sin memoria

memoria histórica

No hay democracia sin memoria

Podría hablar aquí de los socialistas que han estado años en el Gobierno sin atender los derechos de las víctimas del franquismo, a pesar de que muchas de esas víctimas pertenecían a su misma formación política, el PSOE, cuando fueron represaliadas. Podría hablar también, como epítome de esa desmemoria intencionada, del expresidente extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que en lugar de rendir homenaje a las víctimas a través del lugar de la masacre, mandó demoler la plaza de toros de Badajoz, testigo del asesinato de unas 4000 personas en agosto de 1936.

la matanza de Badajoz

 

Podría hablar de lo complicado que resulta hacer entender a buena parte de la población española, incluso a quienes se consideran progresistas, que una democracia sana no puede asentarse sobre el olvido de los crímenes del régimen anterior. Cuando hasta una diputada de Podemos, con tal de desviar la atención,argumenta que “hay cosas más importantes que la memoria histórica”, es que este país necesita grandes dosis de pedagogía democrática y de memoria histórica.

El Gobierno asume la búsqueda y exhumación de desaparecidos de la Guerra Civil

Voy a hablar, en cambio, del anuncio realizado esta semana por la ministra de Justicia: el Estado asumirá su deber de exhumar las fosas del franquismo, ilegalizará todas aquellas organizaciones que hagan apología del franquismo y declarará nulas las sentencias de la dictadura. Estas medidas, cuando se lleven a cabo, dejarán de situar a España como el segundo país con mayor número de desaparecidos del mundo, después de Camboya, y nos colocarán algo más cerca de naciones como Alemania, donde, si cambiamos a Franco por su aliado Hitler, sería impensable que pudiera existir una fundación que llevara su nombre o un mausoleo en honor del dictador y construido por sus esclavos.

Más allá de las implicaciones políticas del asunto, quería hablar del aspecto puramente humanitario: de los rostros de alegría y pena de esos familiares que verán al fin atendidas sus reclamaciones, que podrán atender el deber tan elemental y tan cristiano de dar digna sepultura a sus antepasados, que como cantaba Pedro Guerra asistirán emocionados a la identificación de los huesos de sus muertos y de sus muertas. Tal vez Federico García Lorca aparezca en el barranco de Víznar, con medio pan y un libro bajo su brazo esquelético, y nos conceda una última elegía.

Nunca es tarde si la dicha es buena, dice el refranero español. El año 2018 según el calendario cristiano puede que no sea demasiado tarde para incorporar a España a las democracias que no se avergüenzan de serlo. Es de Justicia.

Por Agustín L de la Cruz

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